I.
Gustavo Adolfo
Bécquer, “Del salón en el ángulo oscuro”, de Rimas (1868)
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
que sabe arrancarlas!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le
diga: «¡Levántate y anda!».y una voz, como Lázaro, espera
Pertenece a la rima VII, que tiene como tema la poesía y la creación literaria, teniendo en cuenta que para Bécquer la poesía es el sentimiento, y el sentimiento es la mujer.
II.
Rubén Darío,
“Canción de otoño en primavera”, de Cantos de vida y esperanza (1905)
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...
Juventud, divino tesoro
¡ya te vas para no volver...!
¡ya te vas para no volver...!
Cuando quiero llorar, no lloro...
Y a
veces lloro sin querer...
Cantos de vida y esperanza testimonia un cambio en la evolución de Darío. La exaltación de lo
estético y lo exótico cede terreno a otros temas más personales y reales: la
religión, el paso del tiempo, el futuro de la cultura hispana.
III. Juan Ramón Jiménez, “Álamo blano”, de
Canción (1936)
Arriba canta el
pájaro
y abajo canta el
agua.
(Arriba ya abajo,
se me abre el ama.)
¡Entre dos
melodías,
la columna de
plata!
hoja, pájaro,
estrella;
baja flor, raíz,
agua.
¡Entre dos
conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco
ideal,
entre mi alma y mi
alma!
Mece a la estrella
el pájaro,
a la flor mece el
agua.
(Arriba y abajo,
me tiembla el
alma.)
Pertenece
a su etapa suficiente, a partir de 1936: obras escrito en verso libre, en las
que Juan Ramón Jiménez se identifica, en un éxtasis místico, con Dios.
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